Emprender va más allá de ofrecer un producto o servicio, es un llamado que define a quién emprende y cómo impacta el mundo. Y, así suene contraintuitivo, debido a las dificultades y la competencia,  aceptar el reto de emprender es gratificante porque conlleva también el compromiso de construir una marca personal.

Al principio resulta difícil valorar una marca personal porque es un asunto de esfuerzo y perseverancia cuyo impacto se amplifica a largo plazo. Sin embargo, es el plus extraordinario para un emprendimiento, es eso que puede llevarlo con ese 10% que estabiliza la empresa. En un mercado saturado de opciones, las personas, los clientes, conectan más con personas que con logotipos o publicidades repetitivas.

Acá, construir una marca personal es decisivo y primario. Si como emprendedor ya se está poniendo las manos y el corazón en un proyecto, al desarrollar una marca personal, se pone rostro de manera estratégica creando una conexión humana que va más allá de la simple transacción o la tecnología.

Pero claro, la tecnología también es un plus. La marca personal es uno de los activos más valiosos que un emprendedor puede aportar a su negocio y puede potenciarla aún más a través de las plataformas digitales permitiendo construir una confianza digital que se extienda a su emprendimiento.

Y, si bien es cierto que hay muchos factores que determinan el éxito de un negocio, y el fallo de uno solo puede llevar al fracaso, la marca personal continúa debido a que refleja la construcción del emprendedor, ese constante caer y levantarse que es parte de su proceso, porque la marca personal de un emprendedor es una historia que nunca deja de contarse.